Como la niña descarriada a la que un día pillamos robándonos dinero de la cartera, no podemos retirarle tan fácilmente el cariño a Jessie Rogers por muchos balones de futbito que se haya calzado en sus otrora deliciosas tetillas. Su sonrisa dulce, sus ojos de cervatillo inocente y sobre todo ese culo capaz de romper cualquier gráfica, el culo de todos los tiempos, compensan sobradamente cualquier gesto suyo que nos haya podido disgustar. Por eso, y quizá porque tras la pérdida de Remy LaCroix vamos a apreciar mejor lo que tenemos, hoy disfrutamos una vez más de su belleza interior literalmente, a través de la siempre dispuesta herramienta de espeleología de Ramón Nomar.
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