Se dice que más allá de las fronteras japonesas el hentai solo se encuentra en un contexto de porno anime y manga. En Japón, sin embargo, el término se refiere a cualquier deseo o acto sexual perverso, esto es, las parafilias. Nosotros obviamente nos centraremos en la primera acepción, en esa categoría en la que la pornografía no es de imagen real y donde, en ocasiones, los límites de la imaginación sobrepasan las cotas más inmorales. Pero detengámonos en un pequeño matiz respecto al género; cuando nos referimos a vídeos hentai lo hacemos a una amplia clasificación con decenas de subgéneros que van desde el polémico sexo con jóvenes prepubescente llamado lolicon, hasta otros no tan retorcidos como el bakunyū (fijación por las tetas extremadamente grandes), el Ecchi (cuando las conductas sexuales son altamente lascivas), Futanari (de temática transexual), el lésbico Yuri o el homosexual Yaoi, así como los juegos eróticos (Eroge) o el Omorashi (pasión por la orina)…
Podríamos estar horas y horas dedicando a desglosar todas las variantes de un género que, resumiendo y generalizando, se trata de dibujos porno e ilustraciones de actividades sexuales en el caso del porno manga y de la animación cuando nos referimos al hentai. Bienvenido a un mundo fantástico donde los tentáculos, la tortura, las mujeres de pechos y pollas imposibles, y la dominación van de la mano.