Esta monja con hábitos está maciza por donde se mire: tiene unas tetas tremebundas y un tren inferior increíblemente potente. O sea, no da el perfil de monja ni de coña, pero el mundo del porno tiene la capacidad de hacer que cualquier fantasía se vuelva realidad, incluso que una monja tenga un cuerpo de infarto y que tenga unas apetencias sodomitas desbocadas.