Por mucho que lleven sotana y hagan voto de celibato y castidad, los sacerdotes son humanos y, si una mujer cachonda con un cuerpo de infarto se despelota delante de ellos pidiendo guerra, sucumben irremediablemente al poder de la carne, puesto que, en este tipo de casos, supera al poder religioso. Luego vienen los arrepentimientos y los fustigamientos, pero el polvazo con la pedazo de hembra se queda echado y el cuerpo lo agradece,