Solo hay un aliciente que puede ser mayor que el dinero en una partida de póquer: el sexo. En este caso, es un maromo el que sale triunfador, ya que el bote es ni más ni menos que un trío con dos hembras esculturales. Por tanto, se podría decir que el chico triunfó con un trío más placentero que el clásico trío de ases.