A las pelirrojas las carga el diablo, de ahí sus cabellos color fuego. Un muchacho quedó con una linda colorada para echar un polvazo matutino. Hasta aquí todo bien, pero el chaval quedó prendado de la belleza de la chica y quiso quedar más veces con ella, pero le dijo fríamente que prefería descubrir nuevas pollas, que a partir de ahora se hiciera sus pajas pensando en ella. Lo peor de todo es que el chico no tuvo otro remedio que hacerle caso.