Resulta que dos amigas de lo más cachondas traman un misión inconfesable: ir a la habitación del hermanastro de una de ellas para abrirse de piernas y que se las folle, puesto que tienen la libido por las nubes. A las muy perras no les importa que el hermanastro sea un inocente yogurín con cara de pajillero. De hecho, consiguen que el muchacho las penetre como dios manda.