Pequeñita, juvenil, esbelta y sin ningún tipo de exceso en sus curvas, desde luego Verónica Rodríguez no responde al estándar de venezolana que sí suelen aplicar las telenovelas que llegan a Europa. Y es que no todo tienen que ser siempre jacas de medidas inhumanas: también hay que saber apreciar el encanto de juventud, de carnes prietas y sonrisa azucarada, de sollozos. A Manuel Ferrara le da igual ocho que ochenta, y bien lo demuestra dándole un meneo rapidito a Verónica, una chica que a lo tonto lleva ya dos años sin parar.

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