En una escena sin alardes técnicos, pero con unos primeros planos subjetivos que quitan el hipo, James Deen nos brinda una encuentro sexual que rezuma naturalidad y cerdería en grandes dosis, junto a una protagonista que se distingue precisamente por esas cualidades, alejada, por tanto, del arquetipo de la clásica pornstar californiana. Y es que Abbie Maley representa más fielemente el rol de una chica de a pie de cualquier barrio obrero que el de una estrella del porno, tan putón verbenero como inaccesible.
Un “análisis” completo a Abbie Maley
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