Ninguna productora plasma los encuentros sexuales de manera tan bucólica como lo hace Vixen. Y es que la atmósfera que se crea suele ser onírica, como si se tratara de un maravilloso sueño erótico con trazos impresionistas. Todo luce perfecto, tanto los actores y actrices como las localizaciones al aire libre, y el sexo, por muy explicito que sea, parece algo pulcro y delicado, rallando lo sublime. Tal formato brilla en gran medida a nivel estético, pero posiblemente reste autenticidad y cotidianidad a las escenas. De cualquier forma, ver desnudas a Naomi Swann y Talia Mint comiéndose a besos, sumergidas en aguas cristalinas con un hermosa cascada de fondo, es una experiencia muy agradable para los sentidos. Después se une Alberto Blanco para completar un polvo triangular apoteósico. De hecho, el actor español acaba expulsando otra cascada blanca sobre las bocas de ambas, que se relamen de placer.
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