Tiffany Thompson es la anomalía, la improbabilidad que lo altera todo, que rompe los esquemas de cualquiera. Una mujer tan guapa que casi sabe mal verla haciendo porno (casi, he dicho casi) y que con su belleza fresca y juvenil convierte cualquier escena en algo digno de disfrute. Y es que no son pocos los simpatizantes del gonzo, la silicona y la marranada por la marranada que echan pestes sobre el refinamiento impostado de X-Art, ese porno aguado a base de romanticismo visual que huye de los extremos y busca una naturalidad que en realidad no es tal. Porque el sexo, como diría Woody Allen, solo es sucio cuando se hace bien.
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