En enero de 2014, hace exactamente cinco años, nos quedamos absolutamente desencajados con una muchacha alemana a la que un servidor de ustedes tildó de «escultura de carne y hueso». Quizá la expresión no era la más afortunada, la verdad, pero la intención era la mejor: el cuerpo de Susann era una visión improbable, un diseño anatómico de una perfección tan desconcertante que no volvimos a ella para no deprimirnos ante la insoportable irrelevancia de todo lo que no sea ella. Hoy me ha acordado de Susann y resulta que cinco años después sigue trabajando como modelo erótica y sigue teniendo, válgame el señor, un cuerpo de locos.
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