Con ese adorable rostro de cochinita, London Keyes es en realidad una cerda de dimensiones cósmicas, una mujer a la que le da lo mismo ocho que ochenta en lo que a sexo se refiere y que muy al contrario que otras marranas de la industria, no parece «desconectar» mental o emocionalmente de lo que está aconteciendo en escena. Este polvo no es su ejemplo más extremo ni en el que más se desata salvajemente la asiamericana, pero sí que demuestra que le encanta su profesión y que el amiguete Johnny Castle le despierta instintos mucho más animales que una mera relación puramente laboral. Sudor y besos son aquí dos señales inequívocas.
Una tarde de sudor con London Keyes
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