Nadie puede dudar de que un tema como el de la violación es sumamente sensible, sean quienes sean involucrados. Sorprende, eso sí, que el hasta hace dos días abanderado del porno feminista (siempre se ha jactado de retratar a la mujer como es y no como un mero objeto sexual), James Deen, sea acusado por su novia de entonces, la también actriz Stoya, de haberla forzado sexualmente.
James Deen held me down and fucked me while I said no, stop, used my safeword. I just can't nod and smile when people bring him up anymore.
— Stoya (@stoya) November 28, 2015
Más aún, Stoya se queja amargamente desde su cuenta Twitter de la facilidad con la que el público idolatra (y etiqueta de feminista) a un sujeto que la violó en alguna ocasión.
That thing where you log in to the internet for a second and see people idolizing the guy who raped you as a feminist. That thing sucks.
— Stoya (@stoya) November 28, 2015
Un tema peliagudo, más cuando según datos de la OMS, el 25% de las mujeres sufren violencia sexual dentro de la pareja, y el acusado es un actor que siempre se ha caracterizado por defender los derechos y no solo de las mujeres. En una reciente entrevista denunciaba casos de racismo y discriminación hacia los actores afroamericanos en la industria del cine para adultos, incluso apuntando a directores y a las mismas actrices de negarse a trabajar con estos actores por ser poco comerciales: «es asqueroso y racista y yo estoy harto del tema. Es una mierda muy frustrante hacer escenas interesantes para que al final siempre terminen siendo un montón de gente blanca follando».
Sin entrar en juicios de valor, la denuncia de Stoya deja alguna duda que esperemos se aclare próximamente, como la de denunciar y publicar (en su propia productora) una escena de James Deen al mismo tiempo. Tampoco queda claro si Stoya se acercó a las autoridades para denunciar la violación y si esta fue durante su relación o mientras realizaban una escena.
En cualquier caso, y por mucho que el supuesto cabrón tenga cara de bueno, abogue por la igualdad en la industria porno y se llame James Deen, el caso debería estar en comisaría y no en Twitter para el posterior linchamiento público.
Por último me gustaría dejar los tuits que el actor ha publicado en su defensa y donde asegura que «respeto a todas las mujeres que conozco, tanto a nivel profesional como en la vida privada», así como el de otros profesionales del porno y exnovias del actor que apoyan a Stoya bajo el hashtag #solidaritywithstoya.
I respect women and I know and respect limits both professionally and privately
— James Deen (@JamesDeen) November 30, 2015
I respect women and I know and respect limits both professionally and privately
— James Deen (@JamesDeen) November 30, 2015
He’s dead on the inside and dead to me . He’s literally the worst person I’ve ever met . That’s all I’ll say for now #solidaritywithstoya
— Joanna Angel (@JoannaAngel) November 29, 2015
Who? Stoya? Tori Lux? Joanna Angel? Is it a vast conspiracy? lol give me a fucking break. Guy is clearly guilty. https://t.co/t1KIU5oyli
— Sydney Leathers (@sydneyelainexo) November 30, 2015
Tras la denuncia de Stoya, Tori Lux ha hecho lo propio publicando un artículo en The Daily Beast donde narra con todo tipo de detalles el abuso que sufrió en 2011 por parte de James Deen. Lo que sigue es una traducción del artículo:
Mi nombre es Tori Lux, y soy ex-actriz de cine porno. En junio de 2011, mientras rodaba para una productora importante, fui agredida por James Deen.
A pesar de que James no trabajaba conmigo aquel día, estaba presente en el set y casi inmediatamente después de finalizar mi escena comenzó a importunarme. Todavía no había tenido tiempo de vestirme cuando dijo, con una sonrisa burlona, «Tori Lux, ¿te gustaría oler mis huevos?» «No» respondí. «Lo repetiré de nuevo: Tori Lux, ¿te gustaría oler mis huevos?» preguntó con más agresividad esta segunda vez. Con la intención de establecer un límite, contesté con un firme «no» a lo cual James ignoró agarrándome del cuello y empujándome hacia un colchón que había en el suelo.
Procedió a subirse sobre mi pecho, inmovilizando mis brazos con sus rodillas, y levantó la mano por encima de su cabeza golpeándome en la cara con la palma abierta. Lo hizo cinco o seis veces hasta que se levantó. Me puse de pie, desorientada y con un dolor en la mandíbula pero, antes de poder reponerme me agarró del pelo y me hizo caer de rodillas, metiéndome la cara en su entrepierna varias veces antes de empujarme al suelo. Estaba completamente aturdida, sin saber cómo reaccionar. Me sentí obligada a mantener un comportamiento profesional al estar en un rodaje importante junto a otros profesionales.
Algunas personas con las que he compartido esta historia a lo largo de los años me han preguntado por qué no llamé a la policía o dejé de hacer pública la historia. La razón es porque la gente —e incluyo la policía— tiende a pensar que las trabajadoras sexuales viven de manera arriesgada, y por lo tanto, no pueden ser agredidas. Por supuesto, esta afirmación no podría estar más lejos de la verdad, estar envuelto en un trabajo sexual no equivale a correr riesgos. A pesar de que la pornografía es una forma legal de trabajo sexual, la mentalidad de culpar a la victima sigue estando inherente. A su vez, los trabajadores sexuales son silenciados y nuestras experiencias negativas son a menudo barridas bajo la alfombra ya que tratamos de protegernos del juicio de los demás, o peor aún, de una variedad de problemas que van desde nuevos ataques físicos a cuestiones profesionales como la calumnia o las listas negras. En pocas palabras: estaba asustada.
Nos vemos obligados a sonreir y hacer ver que lo controlamos todo y adoramos nuestro trabajo, cuando en realidad hay multitud de experiencias que uno puede tener en un día de rodaje como en cualquier otro trabajo. No todo es blanco o negro. Mi objetivo con este texto no es mostrar la industria en su conjunto como algo opresivo o peligroso, sino arrojar algo de luz sobre una experiencia personal tan jodida como la mía, en la que James Deen me atacó y humilló cruelmente, dejándome con heridas mentales que tardaron años en sanar.
Espero animar al lector a que expanda su mente en relación con el estigma y la seguridad dentro de la industria del sexo. El silencio es lo que mantiene a los trabajadores sexuales en peligro, y el estigma es lo que mantiene a los trabajadores sexuales silenciados cuando son atacados. Es un círculo vicioso y espero que podamos trabajar juntos en humanizar y prevenir que estos casos continúen sucediendo.
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