Ese aire de nuera perfecta, así como su piel extremadamente blanca (parece que va palideciendo más con el tiempo), le confieren a Hazel Moore un aire virginal, de ahí que ver cómo la sodomizan con tanta asiduidad sea como contemplar la profanación de una deidad celestial, lo que provoca un morbo máximo, aunque también cierto decoro, pues uno se la puede imaginar en muchos gremios o roles, incluso de monja de la caridad, dado su rostro de chica buena, pero no follando como una posesa ante la mirada de una audiencia babeante y absorta.
Profanando a una divinidad: Hazel Moore
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