La unión entre porno y tecnología viene de lejos. De los ochenta, concretamente, cuando las cintas de vídeo domésticas llevaron a los hogares la posibilidad de disfrutar del cine en la discreción del hogar. Del cine y de otras cosas, claro, porque el hecho de pudiera rebobinarse y avanzar o ver la misma escena una y otra vez fue lo que cambió la forma de consumir sexo filmado, y por extensión también la de producirlo y distribuirlo. Lejos quedaban las grabaciones sin medios ni estándares, en condiciones dudosas y distribuidas por gremios mafiosos: el porno se volvió un negocio y el mundo tuvo que aceptarlo.
Con los años esa relación entre innovación técnica y pornografía se ha ido estrechando, siempre alimentada por la voluntad de una industria decidida a proporcionar la experiencia más inmersiva. Con lo digital llegaron las películas multiángulo, el sonido envolvente y algún que otro escarceo con la realidad virtual, si es que se le podía llamar así. La fantasía de hacer el porno casi real es casi una necesidad, y nunca faltan ideas que den otro pasito más hacia ese objetivo.
POVD es uno de los últimos proyectos de este calado: una mezcla de estándares tecnológicos de última generación (particularmente centrados en el apartado sonoro, con audio de ultra alta definición en 3D, además de alta resolución real y sesenta imágenes por segundo) al servicio de escenas porno POV con altos valores de producción y con pornstars del máximo nivel. Ponerse unos auriculares de calidad y escuchar los sollozos de Dillon Harper en nuestro oído mientras oímos el sonido de su coño al ser penetrado rítmicamente es algo que difícilmente puede igualar otra productora hoy en día. Y atentos a juego que puede dar POVD combinado con Oculus Rift…
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