Mason Moore

Debía de ser un buen elemento de jovencita si lo que cuenta en sus entrevistas es cierto: dice que con 17 años ya tenía tan claro que quería ser stripper que falsificó un carnet de conducir y consiguió un empleo en un club. Tres años después de lograrlo dio el siguiente paso, adentrarse en la industria del porno, pero se limitó a una escena lésbica y siguió trabajando sobre el escenario de bares poco iluminados. Otros tres años después, en 2008, llegaría una segunda intentona que, esta vez sí, la introdujo en la maquinaria pornográfica donde encontró cierta regularidad y convirtiéndose en actriz porno profesional, con el follaje filmado como principal oficio y vía de ingresos.

La progresión fue imparable: del lésbico al softcore, del softcore al hardcore y de ahí a rubricar su primera escena anal en 2009 y su primera doble penetración en 2010, consagrándose como una de las grandes cerditas del circuito norteamericano. Y no lo decimos solo por esa nariz porcina: más de dos centenares y medio de escenas contemplan una carrera en la que destacó no tanto por su físico como por la implicación y en ciertos momentos incluso la violencia de su cabalgada.

Hay quien vio en ella lejanos destellos de Ashlyn Gere, quizá los más devotos fans, cegados por su despliegue pasional. El squirting era una de sus especialidades y la señal de que realmente se divertía trabajando, pero las comparaciones con diosas de ese calibre nunca son justas.