Maddy O’Reilly

Una joven que empezó en el porno como una teen del montón y acabó por reinventarse como uno de los mejores y más voluptuosos culos de la industria americana. La vida de Maddy no parecía salirse de la norma: en Carolina del Norte, trabajó como comercial en un concesionario de coches, luego ejerció de camarera en un restaurante de la cadena Chili.

Una tarde mientras se masturbaba viendo porno en su ordenador pinchó en un enlace donde decían «se buscan modelos». Rellenó el formulario y se olvidó del tema. Tres días después recibió una llamada: era de los responsables de Mofos, habían visto sus fotos y la querían inmediatamente volando hacia la soleada Miami para rodar las que serían sus primeras tres escenas.

Desde entonces su carrera se fue construyendo poro a poco, ladrillo a ladrillo y sin conseguir demasiada notoriedad, hasta que Maddy se dio cuenta de que si quería destacar tenía que hacer algo. Empezó a ganar kilos de forma controlada y a desarrollar un culo que duplicaba en volumen al de sus primeras escenas (y sin cirugía, merece la pena señalar el mérito) y la reacción de la industria fue automática: su popularidad aumentó al ritmo que sus posaderas y no tardaron en lloverle contratos que la alzarían como una pornstar de primera fila.