Jimena Lago
Su biografía de Twitter es una señal reconocible del perfil que representa Jimena: dice ser actriz porno y youtuber, dos actividades en principio sin mucha relación entre sí pero que poco a poco han ido coincidiendo cada vez más a menudo en el currículo de mujeres y hombres (Jordi El Niño Polla es el epítome que mejor lo ejemplifica) que son consciente de que viven de su imagen entre las sábanas pero también fuera de ellas.
Está claro que el cuidado de la proyección personal es una de las mayores armas de esta joven madrileña que se inició como tantas otras probando suerte a través de su webcam, luego llegaron las propuestas y la trayectoria porno de Jimena echó a andar. Sus primeras escenas fueron en Puta Locura, donde estuvo casi dos años curtiéndose para dar el paso en 2015 a un estrato un poco más sofisticado de la industria, lo que finalmente le llevó a internacionalizarse y empezar a colaborar en productoras como Viv Thomas, Evil Angel, Girlfriends Films o Brazzers, un ámbito de máximo nivel en el que sigue prosperando.
Su carácter natural y brutalmente honesto coincide con su imagen de vecinita de al lado: no tiene el físico explosivo de una starlet devoradora de hombres, pero sabe manejarse dentro de su perfil de jovencita cercana y dulce, explorar caminos del morbo y la seducción que no se alcanzan solamente con una talla superior. La claridad de su mirada es un espejo de su personalidad: es, por ejemplo, de las pocas starlets que ha señalado las consecuencias de ejercer su profesión, un tabú que muchas prefieren ignorar o minimizar, pero que Jimena reconoce que fue el detonante que hizo estallar por los aires la relación con su familia. Es desagradable, es un estigma, y es un problema social, y está bien que alguien se atreva a hablar de ello desde dentro.