Bobbi Starr

La historia se repite: una dulce jovencita de ascendencia europea (italiana y húngara, concretamente), criada en el seno de una familia fuertemente religiosa y con un talento especial para la música. Sale del conservatorio musical dominando el piano y el oboe, y algo en su interior se despierta a los 23 años, cuando decide iniciar su andadura pornográfica de la mano de un conocido que ya tenía experiencia en la industria. Tras un año de reflexión sobre los pros y los contras, Bobbi si zambulle en el océano de la marranería y empieza por el extremo más afilado de la hoja: la sumisión y el bondage.

Estaba claro que esta simpática monada de enormes ojazos azules tenía sexo sucio corriendo por sus venas. Una vez metida de lleno en el gran tinglado del mete y saca americano, Bobbi empieza a trabajar con las grandes productoras y se hace un hueco entre las populares gracias a una explosiva mezcla de belleza, naturalidad y mucha pasión. La californiana se considera feminista prosexual, sosteniendo que siempre mantiene el control de todo lo que hace ante la cámara.

Bobbi derriba violentamente ese tópico de la pornstar vacía y estúpida, demostrando con cada cosa que dice, hace o escribe que es una persona extremadamente inteligente, culta y consciente del mundo que le rodea. Otra cosa es que le importe un carajo lo que ese mundo opine de ella. La starlet dice ser una videojugadora empedernida (muy fan de Grim Fandango y la saga Elder Scrolls, afirma) y ha comentado alguna vez que se está preparando para convertirse en ginecóloga una vez decide terminar su ciclo en el cine porno.