Dependiendo del día, a Octokuro (nacida Marina Dyagileva) la puedo encontrar más o menos atractiva. De cara, digo. Haberse modificado la lengua para hacerla bífida o ponerse colmillos al estilo vampiro reconozco que me tira un poco para atrás. Lo que no tiene vuelta de hoja es su rotundidad física a la hora de posar más o menos recatada como cosplayer o follar directamente ataviada con el mismo disfraz para regocijo de pupilas y frenillos.
Porque Octokuro, amigos, es la voluptuosidad hecha carne. Llaman la atención su par de tetas operadas, sus abdominales esculpidos, su cintura cimbreante, su culo planetario y, al fin, su inmenso coñazo. Porque la chavala tiene un monte de Venus que más que monte parece la sierra de Gredos. Un donut carnoso, un bollo por preñar, una hamburguesa de placer, una harmónica del amor… un coñazo en toda regla, al que acudir con babero y GPS.
Octokuro posa -y lo hace muy bien- disfrazada de todo lo imaginable. Desde Red Sonja a Nezuko, pasando por Hellboy (manda cojones resultar sexi pintada de rojo y con cuernos) o Lady Dimitrescu. En su faceta porno, la traviesa cosplayer parece no tener límites delante de la cámara: masturbación con plugs y dildos, rollo lésbico, felaciones, sexo anal, doble penetración… Si queréis echarle una visual, Octokuro tiene Twitter, Instagram, Fansly y Onlyfans, además de vídeos en diversas webs. Y, repito, un coñazo de los de aquí te espero, moreno. Pero eso no depende del día, eso es fijo como el cañonazo de las 12.
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