La historia del porno está llena de jovencitas con cara de no haber roto jamás un plato, adorables angelitos de rostro inmaculado y expresión inocente que evocaban la figura que Nabokov popularizó en su novela más famosa, pero creo que pocas llegan al nivel de adorabilidad exagerada de Yhivi. Casi parece que se vaya a romper, pero cuando suena la claqueta se transforma y potencia a máximo el contraste entre su redondeada carilla de porcelana y un tren inferior muy desarrollado y listo para la acción. Así lo demostraba con Anthony Rosano en It’s a Daddy Thing #6 de Elegant Angel.
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