Tras irrumpir en la industria pornográfica nada más alcanzar la mayoría de edad, la clase, el carácter indómito y la total desinhibición de Sasha Grey a la hora de grabar escenas de sexo extremo le hicieron enormemente popular dentro de un subgénero que comenzaba a establecerse, la pornografía gonzo: sexo duro sin apenas preliminares, sin tramas, directo, inmediato y repleto de escupitajos, felaciones profundas, arcadas y una amplia gama de cochinadas.
Su personalidad inigualable quedó manifiesta cuando, en una de sus primeras filmaciones, pidió a un sorprendido Rocco Siffredi que le golpeara en el estómago mientras se la mamaba con su habitual rímel corrido. Este fue el espíritu que mostró a lo largo de su carrera, durante la cual obtuvo catorce galardones de la industria, permitiéndole trascender mucho más allá de sus encuentros sexuales con sementales que la perforaban casi a diario.
Rompiendo moldes e incontables frenillos de prepucios de onanistas febriles, Sasha revolucionó el panorama pornográfico con un talante intelectual y unas inquietudes poco convencionales dentro del gremio. No en vano, esta explosiva californiana, ávida lectora de filósofos existencialistas, se cargó de un plumazo muchos estereotipos de la industria mientras recibía pollazos a diestro y siniestro por todos sus orificios. A día de hoy, su leyenda se mantiene viva y sus grabaciones siguen siendo objeto ineludible del autoerotismo.
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