Puede que la impresionante Milla Azul encaje en esa frase tan típica que dice «demasiado guapa para el porno». Desde luego cuando uno la ve desnudarse y mirar a cámara tiene la extraña sensación de que está haciendo algo que no debería: que la muchacha al otro lado de la pantalla es tan bella, tan radicalmente perfecta que uno no debería estar invadiendo la intimidad de ese cuerpo divino. Ella mismo pone una barrera, eso sí: desde su llegada a principios de 2016 se ha convertido en una de las más grandes estrellas del erotismo y ha limitado la intensidad de su actividad frente a la cámara a la masturbación y el jugueteo en solitario. No hemos podido verla aún con otras mujeres u hombres, y le deben de haber llovido ofertas mareantes desde todos los frentes, pero esta ucraniana parece firma en su decisión de, al menos por el momento, privarnos de algo más que su presencia y su autoerotismo. Que no es poca cosa, desde luego.
Milla Azul, otra diosa vetada para el porno
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