Ha vuelto la reina de los mares, Melissa Mendiny, aquella checa increíblemente perfecta que nos golpeó el alma con la fuerza de diez mil soles haciendo algo tan trivial e infantiloide como saltar a la comba en un bello escenario natural. O quizá fue precisamente por eso, por mezclar las curvas de la femineidad con los gestos de la infancia y estimular el morbo en los presentes. Hoy la deslumbrante Melissa hace algo menos sofisticado, pero el impacto visual es casi mayor: caminar por la playa. Y es que solo una diosa como ella es capaz de enamorar a quienes la miran con un mero paseo inocente y junto al mar. La virgen.
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