La húngara Aletta Ocean es algo así como un Frankenstein del porno americano. No es que esté compuesta de partes de otras pornstars (aunque esto sería interesante hacerlo), pero sí que parece hecha a medida del gusto del pornófilo medio. Ojazos azules, rasgos europeos, unos morros enormes y un cuerpo sencillamente sensacional coronado por dos pechos que, sin dejar de ser descaradamente artificiales, a cualquiera le apetecen. Antes de que lo preguntéis: esta escena se publicó hace tres semanas y no tengo ni pajolera idea de si Aletta Ocean estaba ya contagiada de sífilis o no. Y observándola en este masaje con final anal, ¿quién no estaría dispuesto a correr el riesgo?
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