Cometimos un error con Lana Rhoades desde el principio y hay que admitirlo sin rodeos: recién llegada desde el mundo del erotismo fotográfico y con un vertiginoso aterrizaje en la industria propulsado totalmente por su belleza cuasi divina y su presencia angelical, pensamos que Lana sería una de esas starlets encumbradas que deciden no mojarse demasiado y monetizar sus mínimos esfuerzos. Ni de lejos: el ángel de ojos azules y cabello oscuro se ha convertido en una bestia que parece consciente del sambenito injusto que le fue adjudicado y lleva meses desatada, haciendo guarradas de la más alta exigencia sexual, como la de hoy: enfrentarse al rabo planetario de Mandingo ya es un reto, pero aceptar practicar con él el sexo anal está solo al alcance de unas pocas.
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