La última vez la llamé «eterna promesa» y sigo pensando igual: tengo la sensación de que esta preciosidad llamada Katie St. Ives nunca ha llegado a estar aprovechada en todo su potencial pornográfico. Es guapísima, tiene unos ojazos tremendos, un cuerpecito de frágil mujerzuela caucásica y un ano que se las ha tragado de todos los colores en los últimos dos años y medio desde que James Deen abriese la veda de su ojete en verano de 2010. Hoy toca verla enfrentarse al manubrio XXL de Rico Strong, esta vez sin bombeo trasero, pero en un polvo igualmente atractivo por aquello de ver a una dama de 1,55 ensartarse en un rabo como mi antebrazo.
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