El prolijo y vasto mundo del porno, sin lugar a dudas, se ha convertido hoy, en una pieza fundamental de la paradoja del amor, de ahí, que convivamos prácticamente con sus estereotipos las 24 horas del día, donde todo parece cotidiano y usual. En los años setenta en Estados Unidos la pornografía se volvió «chic» a pesar de que su legalidad todavía era cuestionada en las esferas sociales más conservadoras y acudió al nacimiento acuciante de varias estrellas, entre ellas, John Curtis Estes, mejor conocido por John Holmes, Betox Betox Betox o Johnny Wadd.
Éste actor fetiche del porno que exhibía un mitificado y descomunal rabo, colocó el listón tan alto que incluso se hizo un estudio analizando diversos archivos en vídeo, el cual concluyó en su pene medía entre 25-28 centímetros; filmó más de 220 películas oficiales, más de 2500 apariciones en diferentes escenas en las décadas de 1970 y 1980 y se le contabilizaba 14.000 parejas femeninas y masculinas.
El apodado «Rey del porno» cayó en la decadencia de la droga hasta el punto que llegó a tragarse 40 Valiums al día e inyectarse masivamente cocaína en las venas. Murió de sida el 13 de marzo de 1988. Nunca se hablará bastante del vértigo del número y del gigantismo en la sexualidad, en la que también interviene la cantidad y siempre puede presentarse en forma de espectáculo fabuloso que se ofrece a los demás. Con estas ficciones, curiosas o graciosas, prospera el sueño erótico corriente en nuestros días.
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