Válgame el Señor, menuda mujer. La carrera de Remy LaCroix duró a penas un año, pero fue tiempo suficiente para volvernos locos con su natural dulzura, su simpatía y su culo de escándalo. Creo que aquel bailecito del hula-hoop tardaremos años en borrarlo de nuestras retinas. Se fue sin aspavientos morales y sin reproches, dijo haber experimentado con su sexualidad, se divirtió, ganó unos miles de dólares, y volvió a su vida normal. Ahora solo nos queda revolcarnos en su legado y hacernos pajas en la ducha mientras lloramos su recuerdo. O en el ordenador, con escenas como este demencial trío con la también culona Jada Stevens y el siempre genial James Deen.
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