A finales de los noventa en España, los jóvenes empezaban a tener acceso a la tecnología y siempre había un amigo que te enseñaba algún archivo de vídeo o imagen porno. En uno de ellos, de menos de medio minuto, aparecía una chica preciosa cuyos labios vaginales, al ser comprimidos por unas manos hábiles, adquirían el aspecto de una apetecible hamburguesa.
Más tarde, cuando se democratizó (como gusta decir ahora) el uso de Internet, los que recordábamos el clip de la hamburguesa pudimos buscar algo así como «pussy hamburger» y descubrimos tres cosas: que la protagonista era húngara y se llamaba Ginger Nice o Erika Fire, que esos instantes pertenecían a una escena mayor y que (¡sorpresa!) las manos que comprimían aquella creación de los dioses eran de nuestro querido Nacho Vidal.
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