No tiene un especial éxito entre los pornófilos exigentes, ni posee un gran talento, ni está entre las más cerdas y, objetivamente, ni siquiera luce una parte de su cuerpo que destaque en este eterno desfile de zorrones esculturales que es el porno. Pero a mí April O’Neil me gusta, y me gusta mucho, por razones que no sé dilucidar. Quizá sea porque su actividad en las redes sociales no se limita solo a decir gilipolleces o lanzarse mensajes de impostado erotismo con compañeras, o quizá sea por un cuerpazo natural de armonía perfecta y pequeña estatura. Por eso hoy rindo homenaje con dos escenas excelentes. Y ahora decidme: ¿estoy solo en esto?
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