Melina Mason fue una de esas pequeñas obsesiones fugaces, pero ya lo hemos superado. No terminó la parroque orgasmátrica de comulgar con ella, pero nadie negó que sus cuervas y su zorrerío estaban ahí y que Melina ejercía su profesión a un nivel muy competente. Ahora el midas Manuel Ferrara la ha llamado a filas para mojarla en aceite como su fuese un pan tierno y comérsela viva haciéndole en el culo eso que tan bien se le da al francés: apuñalarla con su polla sin circuncidar como si el mañana no existiese.
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