Me he mudado un par de veces a lo largo de mi vida y eso de que vengan a recibirme mis nuevos vecinos con una tarta de manzana casera no me ha pasado jamás. Quizá sea solo un tópico peliculero o puede que en Norteamérica sea algo extendido, pero lo que no tiene discusión es que si tu vecina es la diosa Dylan Ryder, uno no rechaza ofrecimientos de ningún tipo. Y si la cosa llega tan lejos como en esta escena con el apolíneo Charles Dera.
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