De Ruth Anderson —que trabajó como pin-up model entre 1969 y 1973 para varias revistas masculinas como Modern Man, Tiger, Cabaret Quarterly o Fling— se podría decir que personifica el epítome de la belleza erótica en los sesenta y los setenta: guapísima a rabiar, con enormes pestañas y voluminosa melena, una sonrisa picarona y una mirada que parecía decir algo así como «yo desayuno hombres». Sus tetas merecen un comentario aparte: quizá no se ajustan a los estándares de firmeza exigidos hoy en día, pero para quienes apreciamos un caída bonita y una forma atractiva son dos maravillosos cántaros de vida, de placer y de todas las cosas buenas.
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