Hace unas semanas un lector que se hacía llamar Antónimo nos enviaba un enlace a algo que me ha dejado aturdido durante días. No es una práctica extrema ni el descubrimiento de alguna belleza mareante: es un simple juego. Como algunos sabéis, aparte de localizar y presentar material pornográfico en Orgasmatrix, también me dedico a la crítica de videojuegos, así que toparme con una creación que mezcla de una manera tan íntima los dos mundos se supuso una buena bofetada a mi capacidad de asimilación de conceptos.
Cock Hero funciona de una forma parecida a Guitar Hero: mientras aparecen vídeos porno en pantalla, la imagen tiene sobreimpresionada una pauta que marca el ritmo exacto al que debe uno masturbarse. El tempo cambia de manera progresiva, con picos de aceleración o calma, con combinaciones enloquecidas o con tramos en los que el juego casi parece estar coqueteando con el edging, la denegación del orgasmo. El sistema está mejor calibrado de lo que uno podría pensar al primer vistazo, pero tiene un problema endémico crucial: la pauta de cadencia de estimulación requiere cierto nivel de atención, y no es fácil concentrarse en dos elementos separados.
El porno es algo muy exigente en cuanto a la cuota cerebral: demasiada distracción para cumplir con el ritmo exigido puede estropear el espectáculo sexual, y centrar la vista exclusivamente en los vídeos hace que el juego pierda sentido y la experiencia se reduzca a la paja convencional de toda la vida.
Donde está la mandanga realmente revolucionaria, la que me ha puesto la cabeza del revés, es en algo llamado Cock Hero Island, una especie de spin-off que añade algunos matices muy interesantes al método de la paja ludificada. La idea es crear un RPG, un juego de rol de corte clásico (como podría ser el primer Zelda, Chrono Trigger o, ya puestos en lo pronográfico, Cobra Mission) con una historia sencilla y plasmada en texto que sirve para crear una suerte de contexto narrativo a lo que viene después.
El personaje se mueve solo, no somos nosotros quien toma las decisiones, pero después de cada interludio con personajes cabezones recorriendo escenarios 2D llegan los vídeos porno especialmente escogidos para coincidir con la historia que nos han presentado. Al inicio de de Cock Hero Island 2, el protagonista entra en un coche y recoge a una chica en la calle: le sigue una escena porno de una mamada en un coche. Es solo un ejemplo: todos los segmentos del videojuego (diseñados, creo, con RPG Maker) están enlazados argumentalmente con los trozos de vídeo que el responsable del juego, un tal Required, reúne, edita y ordena para encajar en su guion.
Durante las escenas porno, que normalmente son una sucesión muy bien elegida de secuencias parecidas entre sí para dar una continuación temática al vídeo, Cock Hero Island soluciona el problema de distracción de Cock Hero: simplemente nos arroja indicaciones cortas (rápido, lento, más rápido, para, 1-2 1-2) que ayudan a no perder de vista la sucesión de actos sexuales que están teniendo lugar en pantalla. De este modo la fórmula se redondea: se puede considerar un videojuego porque existe una interacción (y la posibilidad de perder: si te corres antes del final) y también se puede disfrutar como sesión porno, porque la atención que requiere durante los fragmentos de escenas es mínima y asequible. Incluso aunque tengamos la sangre concentrada en los bajos.
El cuidado y le meticulosidad en la selección de escenas y de música ayudan a experimentar una forma de masturbación insólita y bastante divertida. Si tenéis tiempo y ganas de probar una forma un poco distinta y muy desafiante de autoerotismo, tenéis que probar esto. Solo os digo una cosa: vais a ser incapaces de terminaros el juego a la primera.
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