Si bien la idea de combinar vómito y sexo es algo que puede resultar repugnante para algunos, hay personas que encuentran más repelente las «estereotípicas tetas operadas de rubia tonta» que luce Amber Alena. A otros por el contrario nos resulta sumamente atractivo ambas cosas, Y más si se mezclan.
Existen verdaderas obras de arte e ingeniería que imitan a perfección la naturaleza, como las monumentales tetas de Jayden Jaymes o las de Kyra Hot, o incluso otras que pueden llegar a engañar al ojo inexperto. Pero por más realistas que se vean no deja de ser un espejismo, mera ilusión. Ilusión que acaba en el momento de verlas rebotar o al palparlas, pues el encanto de la tetona natural radica en el volumen y suavidad de sus pechos, que solo los caprichos de la lotería genética han podido conceder a un número reducido, casi egoísta, de elegidas. Y que hasta ahora la humanidad ha fallado en replicar.
En otros casos, no cabe duda que no existe ni la más mínima intención de imitar la naturaleza. Tetonas que no se molestan en disimular, simplemente no les importa que se sepa que han recibido ayuda del cirujano y se jactan de lo buenas que están. Y es que la tetona operada tiene otro tipo de encanto: lascividad y opulencia. Una mujer con implantes sabe bien que es objeto de deseo. Que puede llegar a provocar frenesí y sin pedirlo llegar a recibir, en cada encuentro sexual, más de mil mordidas, chupetones y lengüetazos en cada chiche. Sabe que es la envidia de otras mujeres que no pueden recurrir al cirujano. Que despierta el morbo de compañeros de trabajo, familiares y amigos que la contemplan y se preguntan «¿Cómo se sentirán?», «¿será mejor que la tetita natural?», «¿quién se la estará comiendo?» y la más importante de todas y ocasiona noches de desvelos «¿será que me las presta UwU?»
Este es el caso de Amber Alena y sus jugosos melones, que rayan en la desfachatez de lo falso. Exponente ejemplar del comportamiento de una tetona, que ha recibido «la bendición» del bisturí y es materia dispuesta para la depravación extrema.
Con Deep Throats de ensueño, que me recuerdan a una de las frases motivaciones escritas en las paredes del gimnasio «Unless You Puke, Faint or Die, Keep Going!» o bien a uno de los primeros artículos que leí aquí en Orgasmatrix: «Sin arcada no hay mamada». Haciendo uso de sus gigantescas ubres para hacer rusas, cubanas, turcas o como quieran llamarle a la paja con tetas, y todo adornado con una sonrisita pícara, que para mí es una señal camuflageada de su consentimiento para objetificarla, algo que solo un hembra con un cuerpazo potenciado busca y suele permitir. Y no solo en el porno sino también a aquellos que hemos tenido la suerte de compartir con alguna muchachota que nos prestó su cuerpecito con mejoras.
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