En estos tiempos de plegarnos ante la virtud de docenas de jovencitas prácticamente salidas del instituto uno se acuerda de aquellas promesas que se quedaron en el camino. Un buen ejemplo es Alyssa Branch, cuyos problemas económicos (pedía donaciones en Twitter casi todas las semanas) pudieron llevarla a dejar la industria y dedicarse a algo más estable o, quién sabe, quizá volver a casa de papá y mamá. El caso es que poco antes desvanecerse Alyssa trató de reinventarse tiñéndose el pelo de rojo, y la verdad es que le sentaba de maravilla.
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