Aunque las mujeres de mediana edad siempre han tenido su espacio en el porno, no fue hasta finales del siglo XX que el porno descubrió el tremendo potencial de crear una categoría de maduras cachondas, también llamadas MILF (mother I’d like to fuck; mamás a las que me follaría), donde englobar a todo un sector demográfico, un nicho poderosísimo que se ha asentado en el porno con una solidez que invita a creer que nunca desaparecerá mientras el porno siga existiendo. El porno de maduras, eso sí, también ha provocado que las líneas que separan a la actriz porno estándar de la madura se hayan diluido hasta crear auténticas injusticias: a partir de 30 años, cualquier starlet es susceptible de ser considerada madura, y si se trata de menores de 30 con mucho pecho también es probable que les caiga el sambenito.
La magia de Internet, los tubes y el porno 2.0 es precisamente la inabarcable variedad de oferta pornográfica al alcance de un par de clicks, y por eso no es difícil dar con películas de actrices porno maduras follando, maduras auténticas de carnes flojas, actitud confiada y mirada de haber visto muchas cosas a lo largo de la vida. El morbo está servido cuando además se trata de las llamadas cougars: vídeos XXX de maduras donde la MILF en cuestión se pasa por la piedra a jovencitos inocentes dispuestos a beber las mieles de la experiencia sexual.
El origen de la fascinación por las maduritas tiene varias explicaciones: la freudiana habla de vestigios relacionados con la fase edípica, esa en la que el hijo desea sexualmente a la madre; otra más probable es la teoría de Alfred Kinsey, que sugiere la idea instalada en la cultura de que las maduras son sexualmente más voraces que las jóvenes, que comprenden mejor su cuerpo y están más liberadas. Nunca a se ha llegado a una conclusión clara, pero está claro que los vídeos de maduras están aquí para quedarse.