Históricamente las pornstars más cerdas del mundo, las que se atrevían a todo por todas partes y con todos a la vez, solían ser europeas. Por cada Belladonna americana había cincuenta Katja Kassin europeas. De un tiempo a una parte esto se ha equilibrado: en la meca del porno han apartado el glamour y los refinamientos a un lado y muchas de sus profesionales ya son experimentadas acróbatas de los orificios capaces de las locuras más extremas.
El epítome de esta nueva tendencia podría ser Adriana Chechik, una mujer cuyos agujeros no entienden de límites ni de número y que hace escasas semana gracias a Hard X añadió a su revolver del porno la última muesca que le faltaba: acoger en su ojete la hiperpolla de Mandingo.
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